¿ Es Rajoy un gobernante irresoluto que no afronta ni soluciona los problemas, confiando en que el tiempo lo haga, como afirman algunos críticos de su propio partido y desde las formaciones políticas adversarias, o por lo contrario es un hombre reflexivo, prudente, paciente y realista que, consciente de las diversas brechas y frentes abiertos, establece prioridades y procura, paso a paso, resolver los más apremiantes que afectan a la Nación y a la mayoría de los españoles, aun a costa de resentirse su popularidad?
Dejemos la pregunta en el aire para que la respondan los que se guían por criterios imparciales y por los datos evaluados bajo el prisma de conocimiento de causa, analizados objetivamente y con rigor en su conjunto.
Parece evidente que, en contra de lo que ahora se vende, no es un producto de marketing ni un demagogo, y por su seriedad y escasa telegenia no enardece a esas masas que tan sólo se dejan llevar por la palabrería adornada con recursos de artificio.
No basta con hacer y adoptar medidas impopulares, sobre todo cuando afectan al bolsillo, hay que explicar didácticamente y de modo convincente el porqué y para qué, incluso lo de las promesas incumplidas. Este fallo en la comunicación no se ha sabido rectificar, dando la impresión de que se ha ido a remolque de los acontecimientos y de los titulares de los medios, y no siempre acertadamente. En definitiva, ha faltado la perspicacia, previsión y subsiguiente anticipación en muchos aspectos.
Lo cierto es que a Rajoy le ha tocado la desdichada e incómoda tarea lidiar con múltiples problemas de épocas precedentes, siendo un tema mayor lo de la nefasta herencia recibida, y se está " comiendo marrones" que no son suyos. Eso desgasta a nivel de imagen, y hay que tener mucho temple para "aguantar carros y carretas" e intentar taponar los boquetes de agua que hacen peligrar la nave. En ella andamos todos embarcados, y el fin último es llevarla sana y salva a puerto seguro.
¿Lo conseguirá?¿Tendrá tiempo para ello? El mar anda muy revuelto, y los piratas, más o menos emboscados, no cesan de torpedear. Asistimos a la dicotomía de que unos lo consideran el problema, y otros ven en él la solución. No abundan las posturas eclécticas. Siguen predominado los sentimientos viscerales sobre la razón.
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