El declive contemporáneo de España
empezó con las Autonomías,
el “café para todos “ de Suarez.
Aún resuenan los gritos
del final del franquismo,
e inicios de la Transición,
reclamando “ Libertad, Amnistía
y Estatuto de Autonomía “.
D. Juan Carlos renunció
a los poderes absolutos heredados,
rubricó la Constitución,
se instaló la Monarquía
Parlamentaria,
consagrándose la voluntad popular.
El democrático eslogan cantado
de “ Habla pueblo, habla “,
impulsado por Adolfo Suárez,
presidente de la Nación y la UCD,
cristalizó en la participación
de los partidos y el pueblo
en la aceptación del nuevo Régimen,
empeñado en su esperanzadora
andadura.
Se consiguieron la “ Libertad,
Amnistía
y Estatutos de Autonomía “.
Pero al igual que “ poco duró la alegría en casa
del pobre “,
pronto empezaron la trifulcas políticas,
las deslealtades secesionistas y “ los reinos de taifas “.
Cada uno de éstos mirando por lo
suyo.
Resultado: regiones enfrentadas, España
vilipendiada,
su idioma universal perseguido, la Historia
tergiversada,
los vencidos son ahora vengativos
vencedores....
Sabidos son todos los males y dolores
que se sufren en el solar patrio.
Es inútil insistir sobre ellos y sus
causas,
así como la poca esperanza que hay
sobre los que dicen querer revertir la
situación.
Aceptando que quieran, no podrán ni les
dejarán.
En fin: lo que inicialmente fue un
compromiso
de reconciliación, desprendimiento y
unidad,
con los años ha devenido en que nada
importa.
Relativismo beligerante de la maldad.