¡Qué tiempos aquellos !, los de las
inocentadas.
Cada 28 de Diciembre, a placer, se gastaban.
Se caía en ellas; humor y engaño se aunaban.
Ahora, nada extraña ni sorprende; cualquier
disparate y
sinsentido es moneda corriente.
Por consabidos y con calzador metidos,
a la fuerza se tragan, aunque no
gusten
y dejen un sabor amargo.
No está el patio para bromas ni humor
para
aceptarlas y reírlas. Hasta en los circos
lloran
los payasos; sus lúdicos espacios han
sido
ocupados por la jauría de los desalmados
trileros.
Así y todo, siguiendo la tradicional
costumbre,
mañana habrá inocentadas. Que sean creíbles
-cosa difícil- y divertidas. Que rompan el hastío
del patio de vecindad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario