La llamada sociedad del bienestar va en declive, con especial incidencia en las clases medias y en los más necesitados. Con el progreso económico, que a través de los años la hizo posible, se han ido debilitando los resortes morales. Ha prevalecido lo material sobre el espíritu, buscándose lo inmediato, placentero y útil, y sin reparar en la brevedad y efímero de los asuntos terrenales.
Tal degradación afecta a diversos ámbitos, originando crispación, egoísmo, insolidaridad, descontento en unos e indiferencia en otros.
Los nuevos “ redentores”- por ejemplo, los populistas de cualquier signo- ofrecen humo, predican la demagogia y, para encubrir sus deficiencias y satisfacer sus filias y fobias, practican lo fácil e indeseable. Aquí, “ verbi gratia”, raro es el día que no salten casos de acoso a lo católico.
Las personas buenas y sus acciones, que se dan en todas partes, no suelen ser noticia; pero siguen sembrando la semilla por un mundo más justo y humano. Son el testimonio que, pese a las múltiples dificultades, siempre hay campos en los que del grano esparcido pueden salir los frutos deleitantes y amorosos. Su ejemplo es un acicate para el compromiso, un signo de esperanza y un estímulo para el verdadero AMAR.
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