Para ver lo que se ve, oír lo que se oye y otras manifestaciones escritas, emanando todo ello de gran parte del putrefacto estercolero político-social, es mejor taparse los ojos y los oídos, y cerrarse las narices, salvo que por valentía, dignidad y rectos principios, se vea uno obligado a soportarlo contra su gusto, con el fin de plantar cara y tratar de poner en evidencia y demoler la pirámide levantada a base de mentiras, zafiedad y malévolas intenciones. Tarea ésta ímproba, cuya “ recompensa “ es ser víctima del oprobio, la descalificación y el ostracismo social.Mucha estatura moral y verdadero patriotismo se precisan para estar en condiciones de encabezar este desafío, y no defraudar a los seguidores. Tanto los líderes como quienes conforman sus equipos, o aspiran a integrarse en éstos, deberían ser paradigmas de la transparencia y adalides de la verdad, la coherencia, competencia, honradez y ejemplaridad. Cuando no se va en busca de “ lo mejor “, el proceso de selección, aunque sea formalmente democrático, abre rendijas para que se cuelen “ lo peor “, las nulidades, las mediocridades y los “ buscadores de fortuna ” sin escrúpulos.Todo parece indicar que el camino emprendido no tiene retorno. Se ha ido demasiado lejos. Hay demasiados remilgos para inyectar el antídoto del veneno inoculado, y pocos “ doctores “ dispuestos a prescribirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario