La mala gobernanza del Gobierno nos ha metido en
un pozo sin fondo, del que va a ser muy difícil salir. Según las encuestas, es
probable que lo releve el PP, tras las futuras elecciones generales, si cosecha
en solitario los escaños necesarios para ello, o con el apoyo o coaligado con la
formación derechista VOX, sin descartarse apoyos de formaciones minoritarias
centristas.
Como se afirma, la encuesta real y definitiva la
proporciona el resultado de las urnas. O sea: no hay nada seguro ni descartado
hasta el final y la validación de la votación. De aquí a allá pueden ocurrir
muchas cosas, avatares, imprevistos, rarezas y maldades.
Si pierden las izquierdas, denominación empleada
para simplificar, se disparará la conflictividad social, ahora tan adormilada;
se agitarán las masas y la confrontación continua- con razón o sin ella - con el
nuevo Gobierno, que tendrá que emplearse a fondo para apagar tantos fuegos. Al
mismo tiempo, tendrá que empezar a reparar los estropicios económicos y
laborales causados por el saliente, lo que requerirá competencia, eficiencia,
decisión y muchos años.
Lo que no requerirá tiempo ni esfuerzo, más que
el necesario para debatir en el Parlamento, es impulsar hábitos y tramitar los
cambios legislativos, para recuperar los valores humanos, ético-morales,
educacionales, patrios y demás, también esenciales, que se han desperdigado,
anulado y despreciado. Las promesas electorales que se hagan al efecto no deben
ser ambiguas, sino concretas, factibles y expuestas claramente, sin dejar lugar
a dudas ni a diversas interpretaciones.
El resultado de las cercanas elecciones
autonómicas y locales nos pueden orientar “ por donde van a ir los tiros “ o “
cuál es la dirección del viento “, pero no
más.