Verlos por la tele impulsa a cambiar de 
canal.
Si en la radio, mover el dial.
Oírlos es masoquismo mental;
por eso hay que estar al tanto,
para que lo que sale de sus bocas
no haga a los oídos sangrar.
Los titulares en prensa sobre ellos
invitan a pasar página e ir en busca de cualquier 
trivialidad.
Decirles caraduras y felones,
se queda corto y cae en saco roto.
Lo suyo va más allá de la ruindad 
moral.
No hace falta nombrarles 
personalmente,
ni señalar su afiliación política;
ellos solos se retratan.
Han mercadeado con los asesinos
la sangre y memoria de sus víctimas,
encumbrando a la peor calaña social.
Esa es su seña de identidad.
Sí, sois gente falsa, perversa y 
ruin.
Comparados con vosotros,
fueron santos Barrabás, Judas Iscariote y 
Caín.
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