¡ Qué vergüenza de país ! Nos creíamos lo de ser una democracia moderna, digna, respetable y admirada, por cómo se hizo la Transición, y resulta que unas elecciones locales y autonómicas han reeditado nuestro hábito caciquil de compra de votos, propio de otras épocas, y que creíamos extinguido.La película, en blanco y negro, del tópico del señorito con sombrero repartiendo duros, para concitar las voluntades de los de la boina, ha cambiado de protagonistas. Los nuevos señoritos, mandamases o esbirros del sanchismo, o parte de los mismos, se han dedicado a tal “ recolección ”, según las crónicas de sucesos. Como “ donde hay patrón, no manda marinero”, nada se hace sin la indicación o consentimiento de aquél. El asunto es añadir los ingredientes adecuados para que el “ puchero “ sea sabroso y no falte. Son muchas las bocas a comer y de exquisito paladar. Y ya se sabe: “ donde comen dos, comen cuatro “.Dejar de saborear las mieles del poder es duro e hiriente. Pero tal desventura es peor si te echan a patadas del acolchado sillón. Con tal de que eso no ocurra, hay quienes son capaces de hacer “ cualquier cosa “. Incluso, según se ha publicado, en Albudeite (Murcia), se está investigando la compra del voto a cambio de drogas.Mañana, día de reflexión, será propicio para meditar sobre cómo se ha llegado a esta degradación democrática y, en consecuencia, a qué opción política merece la pena otorgar la confianza, aunque sea como el mal menor.
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