Las emociones no deben nublar la razón. Y por justificadas que sean o parezcan serlo, pueden ser catastróficas cuando se desbordan y conducen a posturas extremas. Es entonces cuando se pierde el equilibrio necesario para la toma de decisiones, que afectan a nivel personal o se proyectan al general, con perjuicios individuales o colectivos.
Ante la disyuntiva entre lo emocional y lo racional, hay que ponderar pros y contras, establecer prioridades en orden al bien individual y el común, y no dejarse llevar por el instinto primitivo-ideológico que, como demuestra la experiencia y la Historia, sólo conducen al caos.
El desencanto o necesidades, por motivos varios, de una parte considerable de la población es un campo abonado para que en él siembren la cizaña destructiva político-social los ideólogos extremistas-agitadores de masas que, con su verborrea de frases estereotipadas, explotan y manipulan las emociones sin ofrecer alternativas razonables ni posibles. Donde se han impuesto reinan la miseria, la desigualdad en favor del aparato opresor y se han cercenado los valores democráticos, entre ellos la libertad.
San Pablo vio la luz al caer del caballo, y a su homónimo laicista, aunque se apellide Iglesias (¡contradicciones de la vida!), le van las coces del odio y el rencor que lanza desde el borrico sobre el que cabalga. El " paraíso" que vende, que se lo reserve para él y su camarilla; que no condene a otros a compartirlo.
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