Los dos únicos partidos políticos que podrían evitar la desmembración de España como nación y asegurar la estabilidad política, la institucional y el progreso, son el PSOE y el PP- ambos en declive, según las encuestas, y el socialista con visibles y recientes brechas y enfrentamientos (repárese, por ejemplo, lo sucedido a raíz de la destitución del líder del PSM y candidato a las elecciones autonómicas, Tomás Gómez)-.
Dichos partidos, en sus versiones centradas de izquierda y derecha, mediante pactos en lo esencial para la gobernabilidad, orientada al bien común, y con los, también, apoyos puntuales de las otras formaciones minoritarias- igualmente moderadas y compartiendo el sentir de lo español- deberían ser los adalides que nos sacaran del bache en el que nos encontramos y del que se barrunta.
Uno de los obstáculos para ello es la disensión interna entre los dos principales partidos antes citados, promovida por intereses personales o de grupo, las estrategias a seguir para mantenerse en el poder o conseguirlo y la sincera autocrítica que permita una renovación ilusionante, regeneradora y creíble. La entente es necesaria y urge.
El futuro inmediato es incierto, máxime en un mundo globalizado. Deberíamos poner en orden nuestra casa, sin la falsa esperanza de que la solución vendrá de fuera. Para que nos ayuden los demás tendríamos previamente que confiar en nosotros mismos, y para ello es imprescindible transmitir una sensación de unidad, seriedad y capacidad para afrontar riesgos, retos, compromisos y sacrificios.
El pueblo español, pese a la tradición o leyenda cainita, ha demostrado reiteradamente saber estar a dicha altura. Hace falta que los políticos, entre los que abundan los competentes y honrados, con vocación de servicio publico, lo estén igualmente. Los dirigentes de todas clases que crean en tan nobles ideales, tienen que ser los impulsores de este desafío a España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario