Sea por 
imprudencias o intencionados, los incendios forestales se repiten año tras año. 
Los menos obedecen a causas fortuitas y a las descargas eléctricas de los rayos 
durante las tormentas. En cualquier caso, si se quiere poner precio a sus 
consecuencias- daños ecológicos y en propiedades-, los costes son altísimos. Y 
cómo determinar cuánto vale cada una de las vidas humanas que se pierde en los 
mismos, así como el dolor y secuelas psicológicas en familiares y allegados 
próximos de los fallecidos a causa del fuego devorador.
Por ello hay 
que insistir en la importancia de su prevención con medidas diversas y 
complementarias- urbanísticas, educacionales, divulgativas, limpieza a tiempo de 
montes y cama forestal, cortafuegos, etc.- O sea, el diseño y ejecución efectiva 
de un plan multidisciplinar, tantas veces reclamado y proclamado por tirios y 
troyanos; pero que con frecuencia, pese a los buenos deseos de gobernantes e 
instituciones implicadas, no se implementa de forma suficientemente 
eficaz, continuada y global. 
La reacción 
con los equipos de extinción de incendios suele ser, por lo general, rápida y 
eficiente, y en ocasiones hay ofrendas de vida entre sus heroicos componentes; 
pero el contrapunto oscuro corre a cargo de carencias y fallos en la prevención. 
El viejo eslogan “ cuando un monte se quema, algo tuyo se quema”, era una 
llamada para concienciar a la ciudadanía sobre este grave problema y evitar 
descuidos y negligencias.  
Los pirómanos, 
como se supone que es la mujer detenida en Galicia por sospechas de haber 
provocado quince de los últimos incendios, reúnen perfiles psicológicos y de 
comportamientos extraños que no suelen pasar desapercibidos en su entorno 
relacional próximo. También la prevención debe abarcar su detección y potencial 
peligrosidad.   
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