viernes, 12 de agosto de 2016

CUANDO UN MONTE SE QUEMA...


 
 

 
 
 





Sea por imprudencias o intencionados, los incendios forestales se repiten año tras año. Los menos obedecen a causas fortuitas y a las descargas eléctricas de los rayos durante las tormentas. En cualquier caso, si se quiere poner precio a sus consecuencias- daños ecológicos y en propiedades-, los costes son altísimos. Y cómo determinar cuánto vale cada una de las vidas humanas que se pierde en los mismos, así como el dolor y secuelas psicológicas en familiares y allegados próximos de los fallecidos a causa del fuego devorador.

Por ello hay que insistir en la importancia de su prevención con medidas diversas y complementarias- urbanísticas, educacionales, divulgativas, limpieza a tiempo de montes y cama forestal, cortafuegos, etc.- O sea, el diseño y ejecución efectiva de un plan multidisciplinar, tantas veces reclamado y proclamado por tirios y troyanos; pero que con frecuencia, pese a los buenos deseos de gobernantes e instituciones implicadas, no se implementa de forma suficientemente eficaz, continuada y global.

La reacción con los equipos de extinción de incendios suele ser, por lo general, rápida y eficiente, y en ocasiones hay ofrendas de vida entre sus heroicos componentes; pero el contrapunto oscuro corre a cargo de carencias y fallos en la prevención. El viejo eslogan “ cuando un monte se quema, algo tuyo se quema”, era una llamada para concienciar a la ciudadanía sobre este grave problema y evitar descuidos y negligencias.  

Los pirómanos, como se supone que es la mujer detenida en Galicia por sospechas de haber provocado quince de los últimos incendios, reúnen perfiles psicológicos y de comportamientos extraños que no suelen pasar desapercibidos en su entorno relacional próximo. También la prevención debe abarcar su detección y potencial peligrosidad.   

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