Causa ternura ver a una madre dar el pecho a su pequeña criatura. Ésta, con los ojos cerraditos, se amamanta con placidez, y la madre pone amorosamente a su disposición la fuente del alimento. Tal estampa, que se repite varias veces al día, es placentera para ambos y conmueve a quien la contempla. El niño o la niña crecerá y llegará a la edad adulta, pero siempre contará con el apoyo y el desvelo del inagotable y grandioso amor de su madre: sentimiento especial que fue afianzándose desde que la semilla procreadora del padre fructificó en el seno de la madre.
Los dos, padre y madre, aman a sus hijos, pero ésta lo siente y expresa de forma única y diferente. Se podría afirmar que las madres son como diosas de la creación, dada su capacidad de albergar dentro de sí ese proyecto humano, sentir sus palpitaciones y desarrollo y alumbrarlo a la luz.
Cuando un adulto, incluso de edad avanzada, sufre achaques de salud dolorosos, recurre al recuerdo y amparo maternal diciendo: ¡ Ay madre ! Vayan las líneas precedentes como reconocimiento y admiración a todas ellas.
Punto de encuentro en el que confluyen opiniones y reflexiones con el afán de aportar un granito de arena al bien de España, de su unidad y lengua universal, la fraternal concordia, recuperar valores ya en el olvido y reivindicar las raíces cristianas de Occidente. Para ello es preciso tomar postura, aspirar a ser un actualizado CRUZADO cuyas armas sean la palabra, la pluma y ejemplar ciudadanía.
sábado, 2 de diciembre de 2017
AMOR DE MADRE
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¡Cuántas veces nos acordamos en la vida de nuestros padres cuando somos mayores!
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