Los contactos con desconocidos a través de internet son arriesgados y peligrosos, sobre todo cuando se mantienen para concertar citas personales. Se ha advertido reiteradamente, pero pese a ello son muy frecuentes. Cuando la pretensión es iniciar un escarceo amoroso, más o menos íntimo y duradero, se inicia una aventura cuyo final es impredecible, pudiendo llegar a ser fatal, especialmente para las jóvenes en busca de amores o experiencias nuevas. La casuística está llena de ejemplos y es variada.
Aunque las féminas crean que nada malo les va a suceder, no reparan en que hay malvados y depredadores sexuales que, fingiendo buenos modales e intenciones, son hábiles en la seducción y en la ocultación de sus perversas intenciones.
Reconstruir un fatal desenlace implica una meticulosa investigación que despeje las incógnitas iniciales clásicas: cuándo, dónde, cómo, por qué, quién, además del hallazgo de pruebas biológicas sobre la victima y del autor o autores, sin perjuicio del rastreo de llamadas y mensajes telefónicos y el testimonio de personas que puedan aportar algo de luz acerca del asunto a investigar, además de la búsqueda de la víctima cuando se desconoce su paradero. Si aparece el cuerpo de la víctima procede el examen médico-forense de la misma para aclarar lo sucedido. Lo propio ocurre cuando se trata de un posible secuestro con fines sexuales y posterior desaparición de la raptada.
Cada caso abominable de este tenor produce un desgarro familiar y conmociona a la sociedad. Para prevenirlos conviene hacer un uso responsable de las redes y evitar las situaciones peligrosas, pensando que los depredadores malvados siempre están al acecho en busca de una “presa “ confiada a la que engañar o sorprender.