Doblan las campanas en el Tierra;
se estremecen, dolidos, los
corazones;
suenan las trompetas celestiales.
Ha vencido a la muerte,
traspasado el umbral de esta vida,
y entrado en la eternidad,
un alma santa, humilde, pura y
sabia.
Esta mañana falleció el Papa Emérito Benedicto
XVI,
Pastor egregio de la Iglesia,
intelectual de máxima talla,
aunador de la Razón y la Fe.
Sus lecciones profundas de teología,
su espiritualidad vivida y
transmitida,
su sencillez y dulce ternura,
sus desvelos ecuménicos,
su defensa de la familia y la vida,
sus alocuciones a la juventud,
y su fidelidad al Evangelio,
nos llenan de complacencia y
admiración.
Tras su óbito, entró en la
trascendencia,
en la imperecedera vida,
gozando de la contemplación divina.
Oremos por él.
Que interceda ante el Altísimo
por la continuidad evangélica de la
Iglesia,
que el bien impere sobre el mal,
y que la Humanidad no viva de espaldas a
Dios.
Bendito seas, amado Padre Benedicto,
acreedor de las celestiales mieles.
Por ti rezamos. A tu bondad rogamos
que seas el valedor de los que continuamos
aquí.
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