Finalizadas las Navidades y pasados los Reyes
Magos,
hay que romper el silencio
autoimpuesto.
Dar rienda suelta a la indignación,
y no callar ante los malvados.
Engendros del odio,
francotiradores de gatillo fácil,
hacen burla y escarnio de la católica
religión.
Nadie les obliga a creer,
mas deberían respetar las creencias
ajenas,
sus tradiciones, símbolos y ritos.
Su enfermiza obsesión contra las
cruces
y el Cristo clavado en el madero,
delatan su mala entraña y perversa
intención.
Se ríen del perdón cristiano;
del ofrecimiento de la otra mejilla;
de la barca que espera en la orilla.
Cuando las aguas se desbordan,
se busca refugio en alta colina,
a los pies de una levantada Cruz.
Es el asidero antes del último
suspiro;
la esperanza final del “ me muero “;
la que te abraza y te dice “ te quiero
“.
“ Clavada en ella estoy por ti,
para redimir tus culpas.
Bájame del madero,
tenme en tus brazos ”.
Repite con Santa Teresa de Jesús:
“ Que muero porque no muero “.
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