Las armas con las que Pedro Sánchez
se defiende, ataca, proscribe, y engaña,
son de “ difícil tomar “.
Dejan rastro, aunque las pretenda
borrar.
Sea en propia defensa, cercano círculo político,
en las de su amada esposa o del clan familiar.
Levanta murallas de protección, rodeadas
de fosos pestilentes, rastrillo y
almenas.
La Moncloa es su castillo. Lo que allí se cuece,
no trasciende. ¡ Pobre del osado que
olisquee
y meta las narices ! La venganza lo
engullirá.
5 días lleva en su fortín encerrado,
reflexionando si vale la pena
aguantar
en el cargo. ¡ Menudo calvario para un resistente
!
La carta escrita a la ciudadanía, presentándose
como víctima,
parece una argucia calculada, dada a diversas
interpretaciones.
El sabrá por y para qué.
¿ Espera a que escampe algo ? ¿ Teme
comprometedoras revelaciones ?
Que haga lo que quiera, pero que no maree más al
personal.
Si se va, sólo le echarán de menos los que le
deben prebendas o el sillón.
Los restantes no le añorarán, ni
llorarán.
Como buen histrión se hará de rogar. Si opta por
no dimitir,
que es lo más factible, esgrimirá que es por el
bien de España,
por compromiso con ella y lealtad.
El lunes, salvo imponderables, lo
anunciará.
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