Las pretensiones del nacionalismo-independentista catalán, morlaco traidor y rebelde, es el principal problema interno en España. Para afrontarlo y desbaratar los planes sediciosos, hace falta activar gradual y proporcionalmente los mecanismos legales. Aparte de las resoluciones judiciales, procede la unidad de acción de los tres principales partidos constitucionalistas- PP, PSOE y C´s-. Poca o ninguna colaboración se puede esperar de los extremos populistas y de las izquierdas radicales.
No se pueden impedir los sentimientos nacionalistas, como tampoco el substrato emocional que los aflora, pero sí prevenir y reprimir cuando se exteriorizan en acciones ilegales que conculcan los principios constitucionales y el ordenamiento jurídico vigente. Cuando tales acciones se llevan a cabo, se fomentan o se toleran por la alta representación del Estado en una Autonomía, en Instituciones de la misma y en otras ubicadas en su extensión territorial, más graves son las responsabilidades contraídas por los infractores.
Desde la Transición, los distintos gobiernos centrales han contemporizado con los nacionalistas catalanes, haciéndoles sucesivas y privilegiadas concesiones para asegurar la gobernabilidad y la estabilidad del país. Vanas han demostrado ser las esperanzas de saciar la voracidad y veleidades secesionistas, que se dispararon a raíz de investigarse los escándalos galopantes de la corrupción nacionalista, especialmente la del clan “ Pujol ” Como el victimismo va en su ADN, se envolvieron en la “ Senyera “ para tapar el continuado latrocinio, lanzaron lo de “ España nos roba” y demás falacias.
Hoy empieza el juicio en el Tribunal Superior de Cataluña contra el expresidente de la Generalitat, Artur Mas, y las exconselleras Joana Ortega e Irene Rigau, por desobedecer al Tribunal Constitucional y celebrar el ilegal referéndum independentista del 9-N. Las huestes nacionalistas y simpatizantes han sido convocadas para solidarizarse con ellos y manifestarse frente a la sede judicial. Y es que la oligarquía independentista se cree inmune y que está por encima del bien y del mal. No se resignan a admitir que, tal vez, para algunos de ellos sea el inicio de su definitivo ostracismo político, y para el “ procès ” el de la marcha atrás.
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