Los gravísimos disturbios que están produciéndose en Cataluña eran previsibles. Si no hay motivos para ello, se inventan, calando en una parte de su sociedad por el adoctrinamiento y victimismo a que se ven sometidos desde hace años. Tampoco son una novedad, como lo demuestra la historia. Basta con remontarse al periodo de la II República. Las imágenes televisadas hablan por sí solas, aunque se echan de menos las de los cortes y bloqueos de las principales vías de comunicación terrestres, que han paralizado el tráfico rodado durante largas horas, convirtiendo a los conductores y ocupantes de los vehículos en rehenes de la barbarie.
Se dice que todo ello obedece a una minoría de radicales. Si es así, no se entiende por qué los miles de manifestantes “ pacíficos “ no abandonan las manifestaciones y concentraciones y condenan la violencia. ¿ Cómo lo van hacer si la máxima autoridad del Estado en Cataluña, el nada honorable Torra, es el principal valedor de los desafíos secesionistas sin reparar en medios, por mucho que diga que el clamor popular es pacífico, desdeñando a más de la mitad de los catalanes que también se sienten españoles?
La situación calamitosa es insostenible e irá en aumento. Mientras tanto el presidente del Gobierno, pide calma y mantiene una actitud pasiva. ¿ Está esperando a que el polvorín estalle y se derrame sangre, para entonces, con fines electorales, presentarse como el salvador de la unidad de la Patria ?
Así como Cataluña no se merece al pirómano Torra, el PSOE precisa desprenderse de Pedro Sánchez y sus palmeros y volver a ser el que fue en la Transición y en el gobierno de Felipe González. Y, de paso, desligarse del socialismo catalán, dirigido por el bailarín Iceta.
En fin, lo que sucede en Cataluña y lo que queda por venir causa estupor, alarma y tristeza. También admiración a las Fuerzas de Seguridad por hacer frente a los violentos y por la contención, que les ha sido ordenada, para no hacer efectivo todo su potencial de respuesta. Vistos los desmanes producidos, actúan con guante de seda, lo que no sucede en los países democráticos europeos. Comparadas con las policías de estos países, si en ellos se produjeran los desafíos secesionistas violentos e insurreccionales, son hermanitas de la caridad.
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