sábado, 1 de julio de 2023

NIÑEZ Y VEJEZ

  

Los viejos no deciden
 
ni mandan en sus casas,
 
aunque estén en sus cabales.
 
Los hijos van a su bola,
 
extienden la pedigüeña mano;
 
como excusas cuentan trolas.
 
Los padres fingen creerles:
 
“ojos que no ven, corazón que no siente “.
 
Hacen malabares con su pensión y ahorros,
 
para tener a la prole contenta.
 
Intuyen, pero no quieren pensar,
 
qué será de ellos cuando de por sí no se valgan.
 
¿ Los llevarán a una residencia,
 
o continuarán en casa, atendidos por una cuidadora ?
 
Se fijan en otros ancianos conocidos de la barriada.
 
De unos están al tanto los hijos y nietos,
 
les prodigan reconocimiento y cariño,
 
personas contratadas los sacan de paseo,
 
llevándolos bien aseados.
 
Con otros no ocurre lo propio.
 
Hasta algunos son maltratados.
 
En la etapa tardía de la vida
 
te vuelves llorón, renegón, incluso pesado.
 
Es como una vuelta al inicio,
 
cuando de niño en todo querías ser complacido.
 
Que nadie, en la niñez y en la vejez,
 
se sienta desvalido.
 
Y el Estado que no se llame a andanas.
 
Que cumpla con su obligación
 
y no deje a los más frágiles en la estacada.

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