La extrema violencia protagonizada por el millar de radicales de la izquierda al término de la multitudinaria manifestación de la “ Marcha por la Dignidad “, celebrada en Madrid el pasado sábado 22-M, habla por sí sola de la agresiva virulencia, en aumento, de tales grupos e individuos. Carcomidos por el odio sectario actuaron como lo que son: fieras salvajes sedientas de sangre policial y destructores de lo que implica valores democráticos, estabilidad y orden social.
Resultado de sus desmanes fueron los cerca de setenta policías heridos, con evidentes casos de intención homicida en algunas de las bárbaras agresiones, y cuantiosísimos destrozos en mobiliario urbano e inmuebles. Espeluznantes han sido las imágenes que se han podido ver, reveladoras del ensañamiento contra sus víctimas- los policías-y la brutal ferocidad.
Las actividades de estos vándalos sólo ceden cuando se les aplica contundentemente lo del palo y tente tieso. La información que sobre ellos y sus planes tiene la Policía es exhaustiva y está suficientemente contrastada. Lo que hace falta, en ocasiones como la del sábado último, es que a los efectivos de las UIP´s desplegadas se les den las instrucciones de actuar según su acreditado criterio profesional y a tenor de las circunstancias. Están acostumbradas a aguantar carros y carretas- insultos, provocaciones…, lo tienen asumido como algo habitual y lo soportan impasiblemente; pero cuando se ven atacadas físicamente es ya otro cantar. La respuesta en tales casos debe ser contundente en proporción a la gravedad de la agresión, máxime cuando su integridad física o la vida corre serio peligro.
La posible descoordinación policial, que se dice que hubo, será cuestión a averiguar para evitar que se repita, garantizar en lo posible la seguridad de los agentes y exigir responsabilidades si procedieran. Pero ello no empaña la afamada trayectoria de las Unidades de Intervención Policial, reconocida por las de los países más avanzados de nuestro entorno. Tampoco debe servir de pretexto para desviar la atención sobre los únicos culpables: los descerebrados anti sistema y tribus similares que se despacharon con saña en la tarde-noche del 22-M.
O se acaba con ellos-policial, judicial y socialmente-, o se impondrá paulatinamente el imperio de la ilegalidad e impunidad, que va avanzando. Lejos de amedrentarse, siguen con la escalada de la violencia. Anteayer se vio en la Universidad Complutense, y ayer se repitió en ésta, en otros campus universitarios madrileños y en algunas ciudades más con protestas estudiantiles.
De no actuar conjuntamente los poderes del Estado y sus Instituciones para neutralizar este cáncer subversivo, planificado y organizado, la guerrilla callejera dirigida por agitadores profesionales se irá extendiendo. Un Estado de Derecho no debe permitirlo, a menos que consienta que se socaven sus cimientos y se resigne a que la pacífica convivencia sea imposible.
Queda el sabor gratificante de la repulsa de la inmensa mayoría del pueblo español hacia los violentos y sus métodos, y el reconocimiento a los cuerpos policiales que arriesgan su vida, como los miembros de las UIP´s, para garantizar la seguridad ciudadana.
Por el contrario, hay ciertos sectores y elementos de las izquierdas que, en demagogia populista y trasnochada, tratan de justificar y apoyar a los violentos, y sacar tajada de los desmanes. Son sobradamente conocidos, sólo merecen el desprecio. Y es que la cabra tira al monte.