El “ Síndrome postvacacional “
es un peñazo pasajero, que lo
sienten bastantes de los que
se incorporan al trabajo
después de vacacionar.
Si se prolonga en el tiempo,
puede ser por aversión a laborar,
desagrado del cometido que se desempeña
o por el mal ambiente que le rodea;
sin descartar la “ cuentitis “
que, “ echándole morro “,
a veces se suele dar.
Por lo general, el síndrome
desaparece
poco después de empezar la rutina
diaria;
ojeándose en el calendario
las próximas fechas, para librar
o darse una “ escapadita “, que
permita descansar y desestresar,
a la espera del nuevo ciclo vacacional.
No hay que dramatizar con el
episodio relatado; como viene se va.
Lo penoso es la situación de los
que, queriendo, no pueden trabajar
ni vacacionar.
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