sábado, 1 de agosto de 2015

SILENCIOS EN LOS PÚLPITOS.

 

Preocupan los silencios de determinados púlpitos ante las decisiones políticas que ofenden gratuitamente los sentimientos de los creyentes católicos. Las exhortaciones genéricas a seguir el mensaje evangélico, que se recitan en ellos, parecen obligado formulismo sin descender a concreciones. Doctores tiene la Iglesia para pronunciarse sobre el porqué.

Las prédicas opuestas a lo anterior suelen cuestionarse como integristas, desfasadas y fuera de lugar y de tiempo; arguyéndose como justificación que hay que acomodar la palabra, siguiendo los usos políticos, a lo " eclesialmente correcto ", que confunde y desvirtúa el " dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César".

El caso es que, en ocasiones, se echa de menos la denuncia- sin faltar a la verdad, la caridad y a la llamada a la rectificación- de los actos y gestos de los poderes civiles que se oponen al Evangelio- a veces a la propia Ley natural, impresa en el corazón de los hombres-, a las tradiciones religiosas y a las manifestaciones públicas de fervor popular de constatado arraigo.

La aconfesionalidad del Estado, cuando se ejerce de buena fe, no empece a la obligada y recíproca colaboración entre los poderes públicos y la Iglesia- confesión mayoritaria en España- en orden al bien común, y a que ésta no deje de proclamar la verdad anunciada por Cristo, ni renuncie o sea tibia en la defensa de lo que la hace visible y la vitaliza. La prudencia de la Iglesia no justifica ciertos silencios de algunos de sus pastores. La prédica sagaz e inteligente se puede realizar sin intromisiones ni banderías políticas.

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