jueves, 6 de agosto de 2015

UTOPÍA.

 

Un futuro con estabilidad política y prosperidad sólo puede venir desde la sensatez, el bien obrar, sin egoísmos personalistas y partidistas, y desterrando odios y ansias de revancha. Requiere grandes dosis de desprendimiento, abandono de posturas intransigentes y la búsqueda prioritaria del interés general. Ello, que es deseable en situaciones de, digamos, normalidad, en las que tan poco se prodiga, debería ser una exigencia-compromiso en épocas convulsas y plagadas de incertidumbres como las actuales. Pero la realidad es tozuda y no casa con la utopía expuesta; aunque también hay políticos bienintencionados y gran parte del común que anhelan que ese sueño fuera realidad.

Quienes rigen nuestro destino o aspiran a hacerlo pasarán. Pocos engrosarán la Historia reservada a los que merecen un puesto de honor en ella; de muchos, casi nadie se acordará; y de algunos se dirá lo que D. Juan Tenorio dijo de sí: " en todas partes dejé amarga memoria de mí".

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