La prudencia aconseja " no mentar la soga en casa del
ahorcado", pero es ceguera y silencio irresponsables no ver y callar lo que,
salvo improbable milagro, sucederá en Cataluña en un futuro, más o menos
próximo, a raíz de la constitución del gobierno independentista votado hoy en el
Parlamento catalán.
El nuevo ejecutivo catalán seguirá obstinadamente con la vulneración de la legalidad vigente, en una pretendida secesión de España que no se va a consentir, dando los pasos para que el delirio se convierta en realidad.
Para frenar tales ansias y hacer que la Constitución se respete, los poderes del Estado tendrán que actuar con firmeza- demasiado se ha venido consintiendo-; se producirán resistencias a ello, incluso con acciones violentas, a las que habrá que hacer frente.
No es aventurado predecir que los directores de la banda separatista, en su constante provocación, busquen su icono muerto para explotarlo con su habitual victimismo y exhibirlo como la primera víctima del soñado nuevo Estado catalán.
Los separatistas no han aprendido las lecciones de la Historia ni sus consecuencias trágicas, pero ellos se lo han buscado. Lo que es malo para Cataluña es malo para el resto de España. Frente a la mentira, la manipulación y la sedición ha llegado la hora de la verdad.
Sólo cabe confiar en que los partidos
constitucionalistas y los resortes del Estado estén a la altura de las
circunstancias. Es un deber con la unidad de la nación más antigua de Europa,
España, y con los catalanes que, amando profundamente a su tierra, se sienten a
la vez orgullosos de ser españoles.
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