Pasados los días navideños, que algunos gobernantes
sectarios han pretendido convertir en mascaradas laicistas- no se concretan
las excentricidades carnavalescas y " progres", contrarias al espíritu y
tradiciones de tales fechas, por ser sobradamente conocidas-, siguen las
incógnitas que, al despejarse, pueden ofrecer un alivio esperanzador, un
panorama de desgobierno, o convocatoria de nuevas elecciones generales y
catalanas.
La cosa es que, salvo la deriva secesionista, España iba
bien encauzada; pero Pedro Sánchez, que tiene la llave de la necesaria
estabilidad, está apostando por el caos con tal de gobernar, pese a las
advertencias que le hacen personas sensatas de su misma militancia
socialista. Tanto él como Mas- este último, convertido en ciego
independentista por asegurar su impunidad y la del clan Pujol- buscan
desesperadamente aliados, "compañeros de cama" nada recomendables que, en caso
de emparejamiento, engendrarían un monstruo voraz.
Entre ellos se pegarían dentelladas, pero el bocado mortal recaería sobre
España, su unidad, libertad y progreso.
Sólo la mayoría de los españoles, dirigidos e
impulsados por hombres y mujeres con sentido de Estado, pueden decir: ¡ basta!,
nuestras tragaderas no son tan anchas.
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