Ayer estaban en las barricadas, en las algaradas callejeras, en la
contestación permanente, en las “ manifas”, en los
“escraches” y en un sin fin de acciones y proclamas. Eran los de la pancarta y
el micro; siempre tenían un lugar en el que levantar su púlpito para dirigirse a
la masa ciega. Luego, los más combativos, aparcaban sus ardores con la litrona;
en demasiadas ocasiones se desfogaban dañando el mobiliario
urbano, fachadas y escaparates; y el colofón final era el toma-daca con la
policía. Si se producían detenciones o lesionados entre los manifestantes,
ya tenían el pretexto para exigir su libertad y acusar a las
fuerzas de seguridad de brutalidad represora.
Hoy, bastantes de ellos y de sus líderes están instalados en muchas
Instituciones. Ya saben lo que es el poder y sus encantos, como también que no
es “ lo mismo predicar que dar trigo”. Ya forman parte de esa “casta” que no ha
mucho denostaban. No se cortan un pelo en justificar lo injustificable ni en
defender lo indefendible. Sus ocurrencias y disparates están al orden del día(
En Madrid, Barcelona, Valencia, etc. ).
Se nota que han disminuido
manifestaciones y la conflictividad callejera- lógico, porque las
protagonizaban mayormente ellos y “ nadie tira piedras sobre su propio tejado”-
. En el retrato de la gestión pública no están saliendo precisamente
favorecidos. En un futuro, más o menos próximo, serán recordados por sus obras-
algunas ya se están viendo-, y quien se llame a engaño será porque quiera. En
los ciclos de la Historia no se suele escarmentar en cabeza ajena.