lunes, 21 de marzo de 2016

SEMANA SANTA



La Semana Santa es un bálsamo para el creyente. Son unos días propicios para interiorizar y revivir, si cabe una vez más, la última etapa que pasó Jesucristo en la tierra, como paso previo a  su resurrección y ascensión a los cielos. Su entrada triunfal en Jerusalén fue seguida por la angustia. Sabía que sufriría apresamiento, negación, traición, escarnio, suplicio, juicio infame y muerte de Cruz-  todo lo había anunciado, pero sus discípulos no le entendieron-; no obstante se sometió a la voluntad del Dios-Padre para cargar con los pecados de los hombres y ofrecerles la salvación.

Nunca empuñó espada; sus palabras y hechos fueron testimonio de Amor. El sermón de la montaña o bienaventuranzas fue el mejor e inigualable canto; un "vademécum" para transitar por esta vida, una proclama de las virtudes cristianas y la recompensa a los que las practican. Sermón válido para cualquier época y persona.


El fervor popular también se exterioriza durante la Semana Santa, además de en los recintos sagrados en las calles; conjugándose religiosidad y tradición en emotivas expresiones de amor y veneración hacia Jesús y la Virgen María en sus diversas advocaciones. Quienes no compartan tales sentimientos y tradiciones seculares, que no las obstaculicen ni le pongan trabas. Es lo menos que se puede pedir y exigir a algunos políticos y gobernantes que dicen representar al pueblo.

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