El llamado “ problema catalán “ es un eufemismo que suele utilizarse, por contagio, para minimizar la gravedad del desafío contumaz e “ in crescendo “ secesionista, o para no querer ver, desear ni imaginar las consecuencias nefastas que acarrea. Pero la realidad es tozuda: en Cataluña no se nota la presencia real y efectiva del Estado; se ignora la Constitución y se ha implantado un sistema totalitario y excluyente en contra de todo lo español. El iluminado y supremacista Quim Torra, Presidente del Gobierno autonómico catalán, no es acreedor- por sus hechos y palabras - a ser llamado” Molt Honorable Senyor “, aunque sea obligado en las relaciones protocolarias oficiales. Por nuestra parte, como integrante del común , que se conforme con el nombre, el apellido o con ambos a secas. Y ¡ va que chuta ! No merece ser respetado quien no respeta la Constitución y el hecho español.
Ese hombre, mal encarado y felón, animó a “ arrear “- seguir apretando con actos ilegales- a los radicales violentos de la CUP. Y ya se ha visto como éstos y los de similar ganadería han arreciado sus desmanes salvajes, que son de general conocimiento, causando rechazo, indignación y pasmo en la gente pacífica, incluso en los sectores nacionalistas moderados.
Uno de los fundadores de la extinta banda terrorista “ Terra Lliure “, ha hecho un llamamiento público para que el próximo día 21- fecha en la que está previsto que el Consejo de Ministros del Gobierno de la Nación se celebre en Barcelona - se bloqueen las principales vías de comunicación y, llegado el caso, intentar asaltar algunos centros oficiales.
Cuando recientemente la Policía Autonómica catalana tuvo que actuar contra los independentistas violentos, para preservar y restablecer el orden público, no fue respaldada por sus máximos jefes políticos, siendo amenazados por éstos con depuraciones, pese a que aquélla repelió a los agresivos alteradores con la proporcionalidad debida. Posteriormente recibió las órdenes, también políticas, de no intervenir cuando los mismos bestias bloquearon tramos de la autopista, impidiendo con ello la libre circulación durante muchas horas de miles de conductores. Ambas directrices u órdenes contradictorias no tienen otro objetivo que proteger a sus cachorros bárbaros.
En suma, Torra es un “ peligro público”, como algunos han denunciado, y debería dimitir como los mismos y otros también lo han reclamado. Quim se considera el “ elegido “, pero él y su comparsa no han sido tocados por el dedo divino, sino por el soplo diabólico. Urge un exorcista para que, empleándose a fondo, libere a Cataluña de las garras maléficas. Pero no lo busquen en Montserrat. Al final tendrá que ser el Gobierno de la Nación, o su relevo, el que apague las brasas infernales. No se puede perder el tiempo dialogando con los que están empecinados en su sinrazón, sea la “ vía eslovena” o cualquier otra ilegal.
Desprogramar a los abducidos por una secta destructiva es tarea ímproba. Requiere tiempo y constancia, además de no confiarse. Las sectas, aún aletargadas, pueden salir al escenario cada cierto tiempo. El nacionalismo secesionista radical es una secta. Contra él no valen contemplaciones. El bien superior de España prevalece sobre las locuras imposibles.
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