domingo, 24 de agosto de 2014

MEDUSAS.

 

Hoy sacó el diligente socorrista una medusa, blanca y gelatinosa, de las aguas de la playa; señal de que Agosto avanza hacia su final para reencontrarse con Septiembre, y los calores estivales han caldeado el mar. Los bañistas temen a las medusas, saben el doloroso escozor que causa el tóxico que inoculan sus tentáculos al mero roce; escrutan bajo las aguas para detectarlas, eludirlas y advertir su presencia.

Mal presagio el de la medusa. Septiembre está en puertas; se avecina la vuelta a la cotidianidad de los sinsabores, sobresaltos y picaduras como navajazos que se producen en la gestión pública y en la contienda política, debido a algunos bichos terrestres venenosos que se mecen y nadan entre sus aguas.

En ellas, bailando al son de las olas de la infamia, seguirán casos escandalosos, como el de los fraudes en la Junta socialista andaluza y el de la catalana familia nacionalista Pujol, entre otros, que ya han escocido hasta hacer sangrar los sentimientos de la decencia y la probidad. No es fácil retirar de la circulación a las viscosas medusas terrícolas. Cabalgan sobre las ondas de la prepotencia y el descaro, y se camuflan en brumosas espumas; por lo que es posible que, después de haber picado lo suyo no lleguen todas a las arenas carcelarias. Muchas de las olas como vienen se van.

Urge, tras el urticante escozor producido, aplicar el remedio que lo alivie y buscar el antídoto que nos preserve de él. La receta no puede ser la que ofrecen los curanderos charlatanes antisistema- llámense PODEMOS, GANAMOS( Guanyem) o de otra especie similar de esa variopinta fauna-. Sería peor el remedio que la enfermedad. Donde se ha aplicado, su efecto ha sido letal para el cuerpo social.

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