El Papa Francisco ha dado un nuevo impulso y giro a la evangelización. Desde su sencillez, personales gestos, verbo directo y coloquial-popular, transmite el mensaje misericordioso de Cristo al mundo. Pastor de la Iglesia, evidencia su especial compromiso con los más desprotegidos, denuncia las injusticias, propugna la paz, rechaza sin contemplaciones y ejerce la autocritica de aquellos aspectos y conductas que no son acordes a la ejemplaridad exigible a la Institución eclesial.
La oración, los sacramentos y la ayuda a los demás son las claves que exhorta seguir a los católicos. La caridad cristiana no se podría entender sin la práctica del recogimiento interior y la sacramental que nos unen con Dios. El Papa Francisco, conociendo los problemas del mundo, ofrece la receta para superarlos o minimizarlos desde la Fe, que abre la Esperanza para que en aquél pueda reinar la auténtica fraternidad.
En estos dos años de su pontificado, que acaban de cumplirse, ha dado muestras sobradas de su entrega total al servicio de la Iglesia y de la Humanidad. Sus palabras y gestos son bien acogidos, pero precisan del apoyo comprometido- mediante la acción ejemplar de, al menos, el rebaño que pastorea- para que se traduzcan en realidades. Queda mucho por hacer. No le dejemos solo en esta ingente labor. Que sienta nuestro calor y amor filial como el que le presta su predecesor, el Papa emérito Benedicto XVI.
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