viernes, 13 de marzo de 2015

PUÑALADAS TRAPERAS.

 

Las puñaladas traperas son frecuentes en el campo de la política, con independencia del partido de que se trate, en la acepción de "traición, jugarreta, mala pasada" que recoge el diccionario de la RAE. Suelen proceder del propio campo- el fuego amigo, el del adversario se da por supuesto- y, generalmente, van envueltas de astucia, disimulo, maledicencias y otras ardides innobles, sin que falten las chuscas y barriobajeras. Se prodigan más ante la proximidad de comicios electores y en las maniobras oscuras para figurar en las listas en posiciones destacadas, como para apartar el obstáculo de un competidor o aspirante a un puesto publico relevante de libre designación.

Los que empuñan alevosamente la daga o la teledirigen, buscan su propio interés o el del clan al que pertenecen; no son servidores públicos, sino de lo "suyo". Se guían por la ambición y el afán de poder desmedidos, consistentes en arrollar sin escrúpulos a quienes consideran un obstáculo.

A veces, tales oscuras maniobras son como una tela de araña, difícil de deshilar y saber quién y cómo se tejió. No es nada nuevo. La Historia lo atestigua. La transparencia en política debería desvelar, si no puede impedirlos, los entresijos de los navajazos traicioneros; pero no ocurrirá y todo seguirá igual. Así que continuarán los bulos y las suposiciones.

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