Don Felipe VI no defraudó en su discurso de Nochebuena;
estuvo a la altura de su rango real como Jefe del Estado y fue exquisito con su
función institucional. Desde la infancia fue preparado para ser Rey de todos los
españoles, habiendo superado sobradamente las expectativas que le iban a ser
demandadas. Siempre habrá quien le cuestione, es inevitable; pero quienes lo
hacen, realzan a su pesar la figura, el prestigio nacional e internacional y las
virtudes del Monarca.
La formación castrense y universitaria recibidas, el
conocimiento detallado de la realidad interna y del exterior, su patriotismo,
valor y prudencia, lo convierten en el mejor Rey para los tiempos actuales, que-
sin complejos históricos y asumiendo las demandas sociales y de
modernidad- abogó por la unidad, la concordia, el diálogo, el respeto
constitucional y la integridad en la gestión pública, para superar el difícil y
complejo trance en el que se encuentra España; a la que hay que "querer, admirar
y respetar", instó el Rey.
En suma, sus palabras navideñas desde el Palacio Real
transmitieron sinceridad, sentimiento y el orgullo de ser español. Fue una
llamada al esfuerzo colectivo, a confiar en nuestras capacidades y aunar
voluntades. Un discurso breve, claro y directo en un marco digno, abriendo las
puertas a la esperanza.
Que por intereses personales o partidistas no las
cierren los políticos, aunque es notorio que algunos no están por la labor. Por
ello hay que insistir en que España, la convivencia
pacífica y el bienestar general es lo que importa.
Discurso perfecto,hondo,de magnífica redacción,que no pueden captar los analfabetos funcionales,como algunos políticos,y quienes odian a España,pero se están aprovechando de ella.
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