En la noche del pasado domingo, finalizados los
escrutinios, tanto Pedro Sánchez como Albert Rivera, líderes de los socialistas
y del partido naranja respectivamente, perdieron la ocasión de mostrar su
grandeza y patriotismo si hubieran evidenciado su disposición a permitir que el
PP, con Mariano Rajoy al frente, liderase el nuevo Gobierno, al haber
ganado su partido las elecciones del 26-J con gran ventaja sobre los demás
contendientes. Pero volvieron al veto, seguido hasta la fecha por ellos y
sus planas mayores, por razones que escapan al sentido común y a los usos
democráticos europeos.
A medida que pasan los días y ante la claridad de los
hechos, el rechazo a llegar a acuerdos con los populares parece que podría
amainar. Algunas voces socialistas destacadas y de Ciudadanos
han abogado para que se facilite un Gobierno presidido por Rajoy.
La persistencia en la obstrucción sería
irresponsable. Pero a día de hoy es la postura mayoritaria de la ejecutiva
socialista; siguiendo el " ego" desmesurado de Sánchez y
dejándose llevar por la fobia sectaria, alejada del pragmatismo
posibilista de la socialdemocracia de Felipe González. Son inexplicables
las exigencias de Ciudadanos para apoyar al PP, con el que en teoría
tiene más afinidades políticas. ¿ Cuestión de estulticia o soberbia de su líder
Rivera ?
La tozuda realidad, más las
determinadas presiones de dentro de sus filas y externas, podría hacerles
caer del empecinamiento sobre el que cabalgan.