Algunos políticos españoles tienen un bajo nivel y son
bastante incompetentes para gestionar los asuntos públicos, estén en el poder o
en la oposición. El ciudadano común desconfía de ellos; incluso los particulares
que, directa o indirectamente, obtienen concesiones y reconocimientos merecidos
o tratos de favor, guardan reticencias sobre determinados integrantes de la
clase política, así como de la sinceridad de sus proclamas sobre la búsqueda
del bien común y su vocación de servicio y sacrificio.
Como la mujer del César, no basta con ser bueno,
honrado, competente,etc.; hace falta aparentarlo. Y la verdad, muchos hechos y
manifestaciones de tales representantes públicos no se perciben como ejemplares.
Es exigible que su proceder y formas, con independencia de las diferencias
ideológicas que mantienen, se ajusten a las reglas democráticas y a la
confrontación limpia. Sería una forma de ir desterrando determinadas prácticas “
porno-políticas “, opuestas al regeneracionismo auténtico.
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