El preso de confianza que compartía celda con Jordi Sánchez, presidente de la secesionista Asamblea Nacional Catalana, solicitó a la dirección del centro penitenciario que le cambiaran a otra, alegando que “ no puede aguantar más ” al tal Jordi, ya que “ está todo el día dando la matraca con el independentismo “, es “ muy raro “ y le hace sentirse “ incómodo”. La petición le fue concedida, librándose de tan pesada y cargante compañía.
La inmensa mayoría de los españoles, que no somos ni nos sentimos separatistas, sufrimos la misma matraca diariamente, pero debemos ponernos en el lugar de la mitad o más de los catalanes no independentistas, que no sólo son objeto del mismo machaqueo molesto, sino que, además, padecen la sinrazón secesionista más de cerca: discriminación, intolerancia, imposición totalitaria y otros desafueros.
El ruido de la matraca es persistente, grande, desapacible y perturba la convivencia. En esta época de tecnologías avanzadas, no se ha inventado ningún artilugio que lo neutralice; sólo funcionó cuando en tiempos pasados se aplicó el remedio del “ palo y tente tieso “. Pero en una democracia consolidada como la nuestra, en la que rige el Estado de Derecho y la división de poderes, no cabe tal recurso; aunque es comprensible que surjan “prontos” interiorizados y no materializados que, hartos de la matraca y demás acciones ilegales secesionistas, deseen acallarla de una vez.
Ante la imposibilidad de hacerlo, pues hasta desde la cárcel y los huidos a Bélgica se llama para que siga sonando, con independencia de las medidas judiciales y las político-legales que procedan, hay que dar a conocer, “sin trampa ni cartón”, cómo se sufraga todo ese tinglado. En la copla la chica del 17 se cantaba “ de dónde saca- pa tanto como destaca “. Pues eso.
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