DEMONIZACIÓN DE VOX

No tratamos de hacer propaganda de VOX ni defender dicha formación política; los dirigentes y portavoces de la misma se sobran por sí mismos. Dan la cara y exponen su ideario sin complejos ni ambigüedades, no amilanándose ante las descalificaciones que reciben, y que tratan de presentar al mentado partido como de extrema derecha, antidemocrático, fascista, xenófobo, homófobo,etc.Tal avalancha de improperios proceden de las izquierdas y de los nacionalismos independentistas, y en algunas ocasiones han ido acompañados de actos violentos inferidos por los sectores más radicales y extremistas de estas ideologías.

La campaña desatada contra de VOX no tiene parangón en las décadas que llevamos de democracia, aunque es un partido legal. Las reformas o proyectos que propugna, algunos utópicos e irrealizables con los vientos políticos que corren, requerirían en todo caso de reformas constitucionales. Las propuestas que a tales fines hiciera, ya que su compromiso es dentro del ordenamiento jurídico, difícilmente prosperarían a corto y mediano plazo. Así, por ejemplo, lo que afecta al Estado autonómico parece irreversible, aunque la mayoría del común reconozca los excesos, gastos inasumibles, desmanes y desigualdades en que ha desembocado. Son muchos los intereses de diversa índole en juego.

Contrasta la demonización de VOX con la complacencia con los partidos de extrema izquierda, de tan siniestro historial, y con los paños calientes que se dan a los secesionistas que se rebelan contra el Estado. Si VOX existe y va en auge, habrá que preguntarse por qué. La cuestión obliga a reflexionar y enmendar yerros pasados. Los anatemas, las descalificaciones gratuitas y las posiciones exageradamente distantes pueden aumentar el caladero de votos de VOX. La buena gente tiene su corazoncillo y suele solidarizarse con quien percibe que es injustamente tratado.