martes, 16 de abril de 2019

INCENDIO DE “ NOTRE DAME “

Con estupefacción, congoja y dolor vimos el fuego inmisericorde devorando la catedral de “ Notre Dame “, levantada hace ocho siglos en el corazón de París. Obra arquitectónica y sublime del gótico inicial, en la que confluyen religiosidad y cultura, siendo testigo de hechos históricos trascendentales. Siempre fue referente de la espiritualidad cristiana en Europa, aunque en este viejo continente predominan ahora el relativismo y la falta de creencias. No obstante, la contemplación de las llamas voraces ha aflorado el subconsciente adormilado de nuestras raíces cristianas y los valores en las que se inspiran. Así se explican tantas pruebas de conmoción y emoción en el pueblo francés, en su Presidente de la República- pese a ser ésta laica- y en los miembros del Gobierno galo, al igual que las vigilias de oración en iglesias francesas y las plegarias espontáneas en torno a Nuestra Señora. Esta ola emotiva de consternación, acompañada de la solidaridad, ha trascendido al propio París y a Francia, extendiéndose por Europa y más allá de ella.

El desplome de la aguja de “ Notre Dame “ representó metafóricamente la decadencia de los principios que nos caracterizaron secularmente, pero también una llamada a la esperanza y un acicate para un nuevo resurgir, tanto de la Catedral como del alma. Vino también a la memoria lo que dijo Juan Pablo II, el 9 de noviembre de 1982, en su discurso sobre la identidad europea, pronunciado con motivo de su visita a Santiago de Compostela: “ Desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces...”

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