El consumo de cocaína está demasiado extendido,
afectando a todas las clases sociales y profesionales. En los últimas días, a
raíz del suceso truculento en torno a la muerte de Marta Calvo, han salido a la
luz pública las llamadas “ fiestas blancas “, consistentes en la combinación de
sexo y la citada droga. Dado lo escabroso del tema, a las reiteradas referencias
al mismo y a otros casos similares- consentidos o no –, alguno de los cuales
tuvo un fatal desenlace, no parece oportuno dedicarle más espacio al tema.
Dejemos que las investigaciones sigan su curso, esclarezcan las incógnitas y la
magnitud de la actividad criminal de Jorge Palma, que confesó haber
descuartizado el cuerpo de Marta y arrojado sus restos en diversos contenedores,
aunque surgen dudas razonables al respecto.
No obstante, hay que insistir sobre la gran peligrosidad
que conlleva la práctica de las “ fiestas blancas “, tal como advierten fuentes
médicas y toxicológicas competentes. Por otra parte, sorprende que en los
anuncios de contactos sexuales se ofrezcan las mismas, y la poca atención o
respuesta que se les presta oficialmente.
La problemática no se reduce al campo de la
prostitución, dándose también en bastantes relaciones sexuales sin
contraprestación económica, salvo que se entienda como tal la exigencia o
solicitud de cocaína u otra clase de drogas.
Lo dicho: Además de los aspectos legales y
ético-morales, los usuarios de tales prácticas y de ambos sexos deberían
desterrar este tipo de “ nuevas experiencias y sensaciones placenteras “,
escarmentados por lo ocurrido en cabezas ajenas. El veneno no deja de serlo
aunque se envuelva en papel de plata.
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