El “ Corona virus-19 “, según informan los expertos, es preocupante por su capacidad de propagación y contagio, aunque su incidencia en la mortalidad es muy baja. Las autoridades sanitarias y los virólogos informan adecuada y prudentemente, aconsejando que no cunda el alarmismo. Hasta ahora incide negativamente mucho más en las economías y en el mundo de las finanzas que en la salud pública.
El virus realmente preocupante es el relativismo imperante, que ha sido inoculado en la sociedad, dejándola sin anticuerpos morales ni referencias ejemplares, confundiendo a bastantes sectores de la población sobre lo que es lícito o ilícito y sobre lo condenable o rechazable. En consecuencia, la verdad queda oscurecida también, y en su lugar emergen las mentiras y distorsiones sobre las realidades pasadas y presentes, sembrando la confusión con intención de permanencia y proyección de futuro.
Ojalá que algunos gobernantes y personajes influyentes en la opinión pública, o creadores de la misma, prestaran la misma atención y ocupación al virus del relativismo y de la anomia. El ser humano es único, trascendente e irrepetible. Esto es lo esencial de las personas. Lo que no crean en ello que al menos no pretendan adueñarse del alma.
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