martes, 19 de octubre de 2021

LA CITA PREVIA

 La cita previa incomoda y no mola.

 
Con la excusa del Covid
 
se ha implantado por doquier,
 
llevándonos a mal traer.
 
 
En lo público y privado
 
-salvo en hostelería, mercados,
 
farmacias y poco más-
 
tal requisito es agobiante,
 
vino para quedarse
 
y hay que tragar con él.
 
 
Es un invento añadido
 
para ahorrar en personal,
 
volvernos sumisos,
 
manejarnos a ajeno placer,
 
convertirnos en zombis,
 
seas joven o viejo carcamal,
 
tengas o no teléfono u ordenador,
 
sepas o no navegar por internet.
 
 
Acudes a la cita concertada,
 
tienes que guardar cola,
 
sales peor que has entrado,
 
con la tensión disparada
 
si no se ha resuelto
 
tu pretensión o demanda,
 
o tienes que volver otra vez,
 
previa nueva solicitud de cita.
 
 
Añoranza de los viejos tiempos,
 
los del trato personal y cercanía,
 
cuando las citas eran entre amigos,
 
para parlotear y tomar unos vinos,
 
o con esa moza que se hacía de rogar.
 
 
Aquellos tiempos fueron idos,
 
hay que acoplarse a la nueva realidad,
 
generadora de estrés y ansiedad,
 
familiarizarte en el uso de las redes,
 
en las aplicaciones de los móviles
 
y las páginas web.
 
 
Los jóvenes las dominan a las mil maravillas;
 
para los más mayores es una lección pendiente,
 
aunque prueban a ver si la pillan;
 
si la dejan por imposible
 
se valdrán de un hijo o nieto
 
para cualquier gestión telemática.
 
 
En la senectud priman los recuerdos
 
y vivencias de la niñez y la juventud,
 
no se daba, por no existir,

lo virtual y las redes en la vieja gramática.

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