El refrán  “ 
Nunca llueve a gusto de todos “ puede trasladarse perfectamente a la política, 
en la que las discrepancias están al orden del día, pudiendo llegar al 
sectarismo y al odio, que se propaga, según las ideologías, las preferencias y 
los intereses personales, a una buena parte del común, originando posturas 
irreconciliables. Pero ello no obsta para que los temas políticos estén 
presentes en las conversaciones y en los contactos sociales, hasta el extremo de 
aburrir, ya que nada positivo aportan los posicionamientos radicales, como 
tampoco los alimentados por las redes y determinados tertulianos “ progres ” y “ 
demócratas “. Por higiene mental, conviene no implicarse en tales diatribas y 
alejarse de ellas.
Aristóteles dijo que “ El hombre es un animal 
político “. Prescindiendo del significado de dicha afirmación ( organización 
social, participación en los asuntos públicos, búsqueda del bien común y de la 
felicidad, etc.), lo cierto es que tal “ animal “ necesita ser 
domesticado y adiestrado, para que el hombre no 
sea un lobo para el hombre ( “ Homo homini lupus “ ). El sectarismo y el odio 
son dentelladas inferidas al hombre y al conjunto social. Muchos lobos 
esteparios van buscando su presa.
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