En el artículo “ Tambores de guerra “, de hace 
hoy un mes, nos referimos al conflicto entre Rusia y Ucrania, y a la “ esperanza 
de que triunfe la diplomacia y las armas no escupan su mortífero fuego “, 
aludiendo también a que Putin “ es frio, persistente y sin escrúpulos, sabe bien 
lo que quiere y los pasos a dar para conseguirlo, ejerce un liderazgo 
indiscutible y volverá a las andadas en su sueño de recuperar el imperio de la 
que fue “ la Madre Rusia “ hasta la desintegración de la URSS.”
Pues bien, vanas fueron las esperanzas sobre el 
triunfo de la diplomacia. El ejército ruso ha invadido Ucrania, y no parará 
hasta adueñarse de ella. El presidente norteamericano Biden anunció que la 
invasión era “ inminente “, mientras Putin lo desmentía y desencadenaba una 
guerra, que repercutirá negativamente en el equilibrio geoestratégico mundial. 
Las sanciones anunciadas-económicas, tecnológicas, fiduciarias, 
mercantiles,etc.- contra Rusia serán paliadas en gran parte por las ayudas que 
reciba de China, pero aquéllas repercutirán también en contra de las economías 
occidentales, preferentemente las europeas.
Contra la endeblez moral de Europa, Putin, que es 
un desalmado, enarbola “ el alma rusa “, pero elimina a sus disidentes y 
encarcela a los rusos que se manifiestan en favor de la paz y el no a la guerra. 
Así es este sujeto autócrata, antiguo y destacado agente de la KGB, que con sus 
ambiciones imperialistas es un peligro para la Humanidad. Hay que atenerse a sus 
hechos, no a sus palabras. “ La cabra tira al monte “, y el presidente ruso, 
pese a las apariencias, lleva en su genética sus ancestros comunistas.  
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