El vino, en cualquiera de sus variedades, siempre 
es vino, no siendo todos iguales. Si se agría, puede saber a vinagre, perdiendo 
su aroma y sabor. Ocurre como en las personas, que siendo iguales en derechos, 
libertades y dignas de respeto, no todas son iguales. La diferencia entre ellas 
marca la individualidad en diversos aspectos. Por eso nos parece una 
extravagancia innecesaria el “ Ministerio de la Igualdad “, máxime cuando su 
titular, Irene Montero, favorece la desigualdad en su política, barriendo para 
su clientela, que siempre pide más y más.
Pues bien, los presupuestos de este año han 
otorgado a la citada señora más de 120 mil millones de euros, para que los 
destine a su personal criterio, presumiéndose, 
por sus querencias, donde van a ir parar. A los beneficiados les sabrá a vino 
dulce, a tinto de reserva o al de su preferencia, y los demás tendrán que beber 
el aguado o avinagrado.
Mejor sería que esa cantidad fuera destinada a 
las necesidades más perentorias que sufre la Nación y millones de españoles, así 
como para sufragar el coste de los huidos de Ucrania y la ayuda a la misma. Pero 
es un  desiderátum  imposible, ya que como dice el refrán, “ Santa Rita, Rita. 
Lo que se da no se quita “. Como consuelo pobre, tendremos que conformarnos si, 
por suerte, nos escancian vino “ peleón “.
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