No hace falta ser feminista radical,para indignarte y condenarla violencia doméstica, de género o machista.La denominación es lo de menos,como el lugar donde se comete.Lo crucial y alarmante es su realidady la alta frecuencia con que se da.El refugio de la casa es testigo mudode lo que ocurre entre sus paredes.Cuando desde el exteriorse oyen los chillidos, disparos,las peticiones de auxilio,hay que pensar en lo peor:vidas corren peligro.Agresiones de esta naturalezase producen también en las calles.Como detonantes hay: desencuentros, celos, infidelidades,perversiones, desequilibrios mentales, ataques de furor,intereses varios, o porque de lo que hubo, nada quedó.La casuística es amplia y variada.Todos ellos son el reflejode una sociedad desquiciada y enferma,agravada con el paso del tiempo.Los bienintencionados aplausos “ post mortem “son tributos tardíos y baldíos,que con tales atrocidades no acabarán.Psicólogos, sociólogos y demás expertosde la conducta humana y sus violentas desviaciones,son los indicados para averiguar el porqué,y asesorar sobre la vacuna a aplicara esta maldad social-criminal.Una receta casera nos indicaque la educación en rectos valores,la mutua compresión y el recíproco respeto,pueden ser eficaces. Antaño lo fueron,y lo que ahora es una epidemia,antes eran constipados pasajeros.
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