Se respiran ya aires navideños.
Hay ansias de villancicos y paz.
Almas y cuerpos están cansados
de tantos males sin remediar.
La estrella en el firmamento
guía a los Reyes Magos,
marcándoles el camino a seguir
hasta el establo donde el magno prodigio,
el nacimiento del Niño-Dios,
se va a producir.
Las luces del Adviento nos invitan
para adecentar nuestra intima morada,
que se instale y reine en ella
el Salvador del Mundo,
purificando el corazón de los hombres,
y se desvelen, con renuncia propia,
en el recíproco Amor a los demás.
Que resuenen en todo el orbe, y hagamos nuestras,
las alabanzas de las huestes celestiales:
“Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra
a los hombres de buena voluntad “.
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