Dotada por la Gracia Divina
fue la Inmaculada
Concepción.
Elegida entre todas las mujeres,
concebida sin pecado original,
la que iba a ser Madre de Jesús,
el Hijo de Dios, hecho hombre,
nuestro Redentor y Salvador,
por obra del Espíritu Santo.
Con el rezo del Ave María
nos dirigimos a ti, Madre Universal,
pregonando las singulares virtudes que te
adornan
y suplicando tu intercesión
celestial.
Asunta al Cielo en cuerpo y alma,
tras tu vida terrenal,
te elevamos nuestras súplicas y
anhelos.
En la festividad de la Inmaculada
Concepción
hacemos nuestra la siguiente
plegaria:
“ Virgen santa, virgen
pura,
vida, esperanza y dulzura,
del alma que en ti confía;
Madre de Dios, Madre mía,
mientras mi vida alentare,
todo mi amor para ti;
mas si mi amor te olvidare,
tú no te olvides de mí. ”
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