La vida y la muerte son reales.
No se debe segar la primera
en su fecundación uterina
ni adelantar el final de la segunda.
El ciclo vital tiene su principio y
fin,
no conformados por lo virtual.
Dejemos que el tren de la vida
inicie su marcha, y siga su
trayectoria
hasta la estación de destino.
Nos transporta, cualquiera que sea
la categoría del asiento pretendido.
Se puede nacer en diferente cuna,
tener y vivir el futuro con mayor o menor
fortuna,
mas el final, que es la muerte y no se
sabe
cuándo ni cómo sucederá, nos iguala por
igual.
Preparémonos ante ella, convencidos de
que
“ La muerte no es final “. Es el inicio de la
eternidad.
En el juicio final y definitivo, el Dios
piadoso
nos mostrará su infinita bondad.
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