“ Perro no come perro”,
era un refrán acuñado,
para limar las asperezas entre
periodistas,
y no atacarse en los tabloides.
Esa buena máxima no anulaba la
discrepancia;
recomendaba no entrometerse en lo
personal,
y disentir con profesional elegancia.
Con el paso del tiempo ha perdido
vigencia,
tomándose partido por la política,
sea por seguir la línea editorial,
con la que hay o se finge sintonía,
y ganar lectores y audiencia.
La antaña sátira inteligente y
audaz,
de ingenio y talento literario,
se reemplaza a veces con capas de
zafiedad.
La competición por la primicia,
la cita diaria con los lectores y oyentes,
y los compromisos de parte,
ponen en cuestión y empañan la
credibilidad.
A fuerza de repetirse las mentiras
y los malévolos sobreentendidos,
se desvanece la verdad.
Hay que seguir a los que por su
forma
de ser y opinar, ayudan a discernir
y a valorar los problemas de
actualidad.
Así y todo, las dudas subsistirán.
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