La soledad asumida es amiga.
Suple los vacíos de los idos 
queridos,
huye de los busca-líos; 
aguanta en silencio, por no 
discutir,
la desatenciones insospechadas.
Se aparta del mundanal ruido,
y la casa es su refugio y castillo.
Las horas y días pasan rápido,
Los medios de comunicación,
tradicionales y digitales,
informan, bien o mal,
del convulso mundo exterior.
El paseíto diario es aconsejable
por las inmediaciones del fortín.
Algún breve saludo a los vecinos y 
precaución
ante los desconocidos que, por oficio, 
abordan 
a los que ven o creen fáciles de 
desplumar.
La soledad no entiende de edades ni de 
salud.
Puede ser rechazada, obligada o 
querida.
En todo caso, una compañera de la 
vida
con la que convivir. Hay que hacérselo fácil, 
para que sea dulce y te haga reír.
Los poderes tienen que ayudar 
a los que, viviendo en soledad, 
no la desean ni la pueden soportar.
Demasiados mayores, por causas 
diferentes,
de sí la querrían ahuyentar o, al 
menos,
que se les preste en condiciones la asistencia social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario