Con la ilusión de que te
tocara el “
Gordo “, se
compraba la
lotería de Navidad.
Al que la suerte le favorecía
y el número de su décimo
era el agraciado, cogía
un sustancioso pellizco.
De repente, si antes no lo era,
se veía rico.
Pero eso era en tiempos pasados;
ahora, con lo
que queda limpio
del primer premio, se tiene
lo justo para, si acaso, comprar
un modesto piso, ir tapando
agujeros y pare
de contar;
que no es poco, para los
tiempos que corren y las
sufridas necesidades que
a tanta gente afligen.
Con todo, persiste la especial
tradición de la lotería navideña.
El 22 de Diciembre, día del
sorteo, los pocos afortunados
brindarán. Habrá una segunda
oportunidad con el del Niño.
Que los premios de ambos sorteos
caigan repartidos y la fortuna sea
propicia a los más necesitados.
Al que siempre le toca, sin jugar,
es al Fisco; polo opuesto a los que
están gafados y nunca les sonríe
la suerte por mucho que lo intenten.
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